jueves, 2 de abril de 2009

La dictadura.

La dictadura.

Autor: Bryan Bonilla.

La letra con sangre entra, y la religión a hostias.
Apeles. Pintor griego (352ADC-308ADC).


Violencia, autoritarismo, opresión, señalamientos, intolerancia, discriminación. Al escuchar estos términos, pareciera que hablamos de regimenes dictatoriales de cualquier país. Lo que resulta sorprendente es que no es así, estoy hablando de lo que se vive todos los días en cualquier aula de primaria, secundaria, preparatoria incluso en el nivel superior, digamos más bien en la institución académica.

Así es, en el aula de clases quedan reproducidas, enmarcadas y justificadas estas acciones en nombre de la educación, en nombre del conocimiento, en nombre del aprendizaje. Pero hasta que punto podemos decir que lo que recibimos en un salón de clases de escuela tradicional es educación; pienso que en ningún sentido.

Durante nuestro proceso educativo, la escuela es vista como un lugar que genera conflictos, miedos, temores, en donde tu voz no es escuchada ni tomada en cuenta, no se nos permite integrarnos, lo que busca es que nos adaptemos a lo establecido, Paulo Freire se refiere a esto de la siguiente forma: “el hombre integrado es el hombre sujeto, la integración es así un concepto pasivo, la integración o comunión es un concepto activo, la adaptación posibilita apenas una débil acción defensiva, para defenderse lo más que hace es adaptarse”.
[1] Concuerdo totalmente con Freire, ya lo remarca, el hombre debe tomar conciencia e ir más allá, tenemos el deber de conocer nuestro contexto, para poder criticarlo y transformarlo en nuestro beneficio, no dejar que las minorías se impongan a nuestro libre pensamiento y a nuestro libre actuar.

Nuestra educación se centra primordialmente en la superioridad del que “sabe”. En el conocimiento del educador, Mario Kaplun refiere esto marcando que en nuestra educación tradicionalista no aprendemos, simplemente memorizamos datos, los repetimos como si fuésemos simples máquinas y lo olvidamos. Teniendo como resultados, la no práctica del diálogo, porque al recibir tal cantidad de información nos convierten poco a poco en seres totalmente pasivos, incapaces de reaccionar ante la situación que vivimos, no somos críticos, nos volvemos individualistas y no humanos.
[2] Pareciera que somos la reproducción fiel de un estado dictatorial, autoritario y despótico sin oportunidad a nada, debemos comenzar a tomar conciencia, debemos salir de nuestro estado letárgico, debemos hacer praxis, debemos integrarnos como dice Freire, no simplemente adaptarnos y sobre todo, transformar nuestra realidad.

Pero, ¿hasta qué punto somos responsables de esto? Creo que en el punto más mínimo, digo esto porque por lo general las mayorías han sido aplastadas por minorías despiadadas y cerradas que no aceptan nada contrario a su posición, y que a su vez temen el surgimiento de una nueva sociedad abierta y democrática.

Las minorías buscan siempre establecer sus propias ideas, hacer al hombre inactivo a su entorno, a su realidad. De las grandes tragedias del hombre es que es dominado por la fuerza de unos cuantos que intentan imponer recetas, casi mágicas de ideales, decisiones y acciones las cuales el primero debe seguirlas casi incondicionalmente
[3], y me parece sumamente atinada la postura de Freire.

Hacer una aseveración o una afirmación, como muchos lo han hecho con respecto a que la sociedad no sale de donde esta porque simplemente no quiere o es perezosa, me parece demasiado arbitraria debemos reflexionar acerca de lo que las minorías autoritarias hacen para que la población se mantenga pasiva, que hacen para que no produzcamos conocimiento, para que no conozcamos el mundo que nos rodea, para que no sepamos que hacer ante determinadas situaciones, no aceptan que seamos libres, tanto en pensamiento como en modo de vivir, nos quieren enmudecer, nos quieren acallar.

En estos temas Paulo Freire –quien es el eje principal de este pequeño ensayo- es muy critico y muy atinado en lo forma de expresar sus ideas, por ejemplo, menciona que las sociedades a las cuales se les niega el diálogo y la comunicación y en su lugar se les ofrecen comunicados, se hacen preponderantemente mudas. El diálogo implica una mentalidad que no florece en áreas cerradas, autárquicas, estas por el contrario constituyen un clima ideal para el antidiálogo
[4]. Es evidente que esto ocurre en nuestras aulas del “conocimiento” (me refiero sólo a la educación tradicional), no podemos reflexionar sobre nada, el antidiálogo es lo preponderante, el clima que se vive es de cerrazón y autoritarismo, como en las dictaduras.

A su vez para analizar un poco mas de fondo nuestra educación es necesario tomar en cuenta otro aspecto, el papel del individuo.

Creo que el individuo es crítico de su contexto casi de forma “natural”, aprecia y sabe reconocer aquellas fallas que lo llevan a vivir de determinadas formas. Pero como siempre durante nuestra vida estamos llenos de gente que nos dicen como actuar, como pensar, como decir las cosas, llegamos a un punto en que estamos totalmente alienados a nuestra realidad, pareciera que vivimos en un mundo ilusorio y falso.

Para Freire esta situación puede cambiar y debe cambiar, esto es la base para una verdadera toma de conciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno, somos capaces de ser autónomos, esto por supuesto a través de una educación libre, respetuosa, revolucionaria, (en el sentido de aceptar a los otros, con sus ideas, metas, objetivos, y así formar una nueva sociedad abierta y reflexiva), capaz de integrar y no sólo de adaptar, sin prejuicios, con cambios estructurales, ya no de jerarquía si no de un igual y común entre todos, Freire remarca: “una educación que lleve al hombre a una nueva posición frente a los problemas de su tiempo y de su espacio. Una posición de intimidad con ellos, de estudio y no de mera, peligrosa y molesta repetición de fragmentos, afirmaciones desconectadas de sus mismas condiciones de vida. Educación del “yo me maravillo” y no del “yo hago”.
[5] Cabe remarcar que en México esto, por supuesto no es así, al contrario entre más seamos “yo hago”, es más conveniente y mejor para las minorías, mientras sigamos pasivos es mejor para los gobernantes, pero si comenzamos a salir de este estado podremos renovar y cambiar nuestra realidad educativa, porque así tendríamos la oportunidad de ofrecer mejores condiciones a la gente, que abra los ojos y pueda comenzar a tomar desiciones propias y no inducidas por la autoridad.

En este punto me parece importante señalar el papel que desempeña la familia en nuestra formación, en nuestra educación y en nuestra condición de seres pasivos. Aclaro que no estoy atacando al núcleo familiar, ni mucho menos atañendo que es culpa suya.

Simplemente creo que en ocasiones la familia se vuelve repetidora de los patrones establecidos (por supuesto porque tal vez aún no hayan salido de este estado pasivo, y crean conveniente o correcto la forma de educación que tenemos, que se repite una y otra vez), esto a su vez genera que nosotros comencemos a actuar de la misma forma. Pero es de suma importancia tomar en cuenta que ninguna parte es totalmente responsable. De lo que sí somos responsables es de intentar salir de este estado, responsables de intentar criticar nuestra realidad, responsables de ayudar a otros y juntos tomar la estafeta e ir por un cambio significativo de la educación, salir del estado de inmadurez como lo refiere Kant.

También es fundamental plasmar el papel que juega el educador, ya que es una parte clave para el desarrollo de las sociedades, y del individuo en el entorno educativo. La mayoría de las ocasiones el educador es el que sabe, al que no se le puede cuestionar, el que tiene la última palabra, en pocas palabras el dictador. Los alumnos pasan a ser el pueblo que poco a poco se van convirtiendo en seres mudos, pasivos, adaptables más allá de integrables como Freire lo menciona, y aquel que sale de este estándar es estigmatizado, señalado, juzgado y castigado como un revolucionario, caudillo, rebelde, alborotador. Es sorprendente ver como el patrón es constante y repetitivo, ya que esto no sólo ocurre en el aula de clases, es parte de todo un sistema ya establecido por las estructuras de poder y claro tiene su reproducción en nuestras aulas del “saber”.

Freire señala cual debe ser la posición del educador: “el papel de educador es, fundamentalmente dialogar con el analfabeto sobre situaciones concretas, ofreciéndole simplemente los instrumentos con los cuales él se alfabetiza. Por eso la alfabetización no puede hacerse desde arriba hacia abajo, como una donación o un imposición, sino desde adentro hacia afuera, por el propio analfabeto, y con la simple colaboración del educador”.
[6] Una relación horizontal no vertical.

Debemos derrocar a la dictadura, con el valor de nuestros actos, con una educación integradora, con un participación activa en nuestros procesos de aprendizaje, el temor de las minorías es el levantamiento de las mayorías, esta es la parte sustancial de cualquier revolución, seamos revolucionarios de la educación, enseñemos que un régimen autoritario es vencido con educación libre.









[1] Paulo Freire. La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI. México. 2007. P.31.
[2] Cfr. Mario Kaplun, en: El comunicador Popular.
[3] Cfr. Paulo Freire, en: La educación como práctica de la libertad.
[4] Cfr. Paulo Freire, en: La educación como práctica de la libertad.
[5] Op. Cit. Freire.
[6] Ibíd.